En esta ocasión, Gabriel Goity protagonista de Las Benévolas, obra de Jonathan Littell, que se exhibe en la sala Luisa Vehil del Teatro Nacional Cervantes (de jueves a domingos a las 18 hs), responde a cada uno de los interrogantes que se la plantearon en la presente entrevista con la lucidez que lo caracteriza.
¿Es posible estar bien con Dios y con el diablo?
-No, pero hay que respetar a los demás. Vivimos en una sociedad y debemos aceptar al otro como es.
¿Con qué ojos mira al mundo?
-Con ojos realistas. Vivimos en un mundo muy difícil, pero uno nunca debe dejar de haber. Hay que llevar adelante nuestro deseo como sea.
¿Cuál es su causa?
-Hacer las cosas con pasión y de la mejor manera posible, respetando al que no piensa como yo.
¿Se siente de vuelta de algo?
-De nada. Es más, me irrita la gente que cree que está de vuelta.
¿Cómo se siente cuando le pasan factura?
-Y si es la del gas, muy mal (risas).
¿Es posible un país mejor?
-Desde luego, pero debemos empezar por las pequeñas cosas. Va a llevar siglos, pero todo comienza por el buen trato y la solidaridad.
"Nada se logra sin romperte el alma"
¿Qué le pasa cuando se mira al espejo?
-Me gustan los años que tengo, porque me gané cada uno de ellos y a mucha honra (risas).
¿Qué tema le gustaría tener resuelto?
-El de los trámites. La burocracia me mata.
¿A qué le opone resistencia?
-Al mal gusto. Es una lucha desigual, pero venceremos (risas).
¿Para qué le falta valor?
-No siento que carezca de valentía. Yo voy al frente. No encaro lo que no me interesa. No me falta valor para luchar por lo que quiero.
Ser popular, ¿lo obliga a dar el ejemplo público?
-No. Yo me porto bien desde chiquito, no por ser popular. Ser conocido es por el trabajo que hago con conciencia y buena fe. El afuera no me obliga a actuar bien. Soy yo el que se obliga.
El reconocimiento es una consecuencia de su labor
-Sí. Yo no soy reconocido ni por mis declaraciones, ni por mi vida privada, sino por los personajes que encarno desde hace más de treinta años.
La popularidad no es algo que agrade a todos sus colegas
-Impostores hay por todos lados. No les agrada porque les da culpa. No es mi caso. Yo no siento culpa de mi popularidad.
Crack, ¿se nace o se hace?
-Nada se logra sin romperte el alma. Pobrecito de aquel que crea que vivir es fácil. El talento, sino está acompañado de trabajo, esfuerzo y dedicación, se diluye, se seca, se pierde. El que no tiene talento, pero se sacrifica y persevera le va bien. El talento es peligroso. Suele ser un arma de doble filo. A veces te juega en contra.
¿Somos arquitectos de nuestra vida?
-Netamente. No hay que tirar la pelota afuera. Me hartan los que se victimizan. Esa cultura de ?la culpa la tienen los otros? me tiene podrido. Loco, ponete las pilas y no busques excusas.
A usted, ¿lo dejaron ser?
-Sí. Cuando les plantee que quería ser actor no se pusieron felices, pero con actos demostré que este era mi camino.
¿Llegó a dudar de su capacidad profesional?
-Todo el tiempo, pero lo soluciono trabajando con humildad. Siempre me pregunto: ?¿Serviré??. Pensar así me obliga a estar preparado. Hay que empezar todos los días como si no supieras nada.
¿Ha caminado sobre una cuerda floja?
-Hace 57 años que camino sobre una cuerda floja (risas)
¿Y cómo logró el equilibrio?
-Y quién te dijo que lo logré (risas).
La vida, ¿es una cuerda floja?
-No lo dudes.
El parecer de sus seres queridos, ¿modifica sus decisiones?
-Es difícil. Cuando tomo una decisión me hago caso a mi mismo y cargo con las consecuencias, sean buenas o malas. Me responsabilizo de mis decisiones.
¿Es un oponente difícil de noquear?
-No sé si llego hasta el último round, pero de mi no te vas a olvidar (risas). Ganar o perder son circunstancias, pero si hay que pelear, peleo.
Por último, ¿siente que le encontró la vuelta a la vida?
-Prefiero creer que no. Lo mejor es levantarse cada mañana y pensar: ?¿Qué puedo hacer para mejorar esto??. La cosa resuelta me aburre. Cada día es un nuevo desafío y eso es lo más interesante.
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