Otra vez, Lanús tuvo que jugar mucho más que un partido de fútbol. Antes del pitazo inicial ante la Universidad de Chile, el micro que trasladaba al plantel fue atacado a piedrazos, un hecho insólito teniendo en cuenta que el encuentro se disputaba sin público. A pesar del clima hostil y la falta de control policial, el equipo de Mauricio Pellegrino respondió dentro de la cancha con fútbol y carácter.
El Granate firmó una primera parte perfecta. Con orden defensivo y eficacia en ataque, Castillo abrió el marcador con una joya de emboquillada tras robar una pelota en salida. Minutos más tarde, Eduardo Salvio, en su mejor versión, desbordó por derecha y asistió al mismo delantero para el 2-0 parcial. Lanús controló el juego, defendió con solidez y dejó sin respuestas a un rival desbordado por la presión.
En el complemento, la U de Chile adelantó líneas y consiguió el descuento a través de Di Yorio a los 13 minutos. Lanús tuvo el tercero en la cabeza de Castillo, pero el travesaño le negó el gol. Y cuando el partido moría, una polémica decisión de Daronco cambió la historia: penal por mano de Cardozo, pese a que el defensor fue claramente cargado en el salto. Aránguiz no falló y decretó el 2-2 final.
Lanús se vuelve con bronca y orgullo. Jugó un gran partido, superó la adversidad fuera y dentro del campo, pero la fortuna y el arbitraje lo privaron del triunfo. La serie quedó abierta y se definirá la próxima semana en La Fortaleza, donde el Granate buscará el pase a la final ante su gente.