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Internacional

Hallaron la mina más antigua del continente sumergida en México

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En 2014 el descubrimiento de Naia, el esqueleto más antiguo de América hallado hasta ese momento, sacudió al mundo. La mujer fue encontrada en la paradisíaca cueva sumergida de Hoyo Negro, en el estado de Quintana Roo, península de Yucatán, en el corazón del caribe mexicano.
Entonces, tres espeleobuzos "entraron por un túnel lleno de agua, nadaron a 10 metros de profundidad y 200 metros de distancia, y luego caen en este pozo totalmente negro" donde hallaron los restos humanos de Naia. Además descubrieron restos de 26 mamíferos correspondientes a 11 especies del Pleistoceno Tardío, como un gonfoterio, tigre dientes de sable, perezoso de tierra tipo Shasta, tapir gigante, cerdo de monte, oso, puma, lince, coyote, coatí y murciélago frutero.

Desde entonces los arqueólogos han seguido estudiando aquella región de cavernas donde el agua preservó a los primeros habitantes del continente americano hace 12.800 años.

Hasta ahora, los motivos que llevaron a estas personas a arriesgar su vida explorando este mundo oscuro era un misterio, aunque se planteaba que se mezclasen motivos más prosaicos, como la búsqueda de refugio o el acceso a agua fresca, con los más espirituales, como el enterramiento ritual de allegados. Unos, quizá, tan necesarios para los humanos como los otros.
Por eso la noticia conocida este viernes cobra un significativo valor. Científicos de instituciones de México, EE UU y Canadá aseguran haber encontrado lo que serían las minas más antiguas de América y en ellas el verdadero motivo por el que los antiguos habitantes se internaban a esos pasadizos sin luz. Esas minas tenían un tesoro oculto: era el ocre rojo, un mineral terroso que forma el pigmento que los humanos han utilizado en regiones de todo el planeta desde hace decenas de miles de años para pintar objetos o en prácticas funerarias y que se considera una herramienta clave en el desarrollo del pensamiento simbólico.

El ocre rojo se encuentra por todas partes entre los vestigios de los primeros habitantes del continente americano, pero nunca hasta ahora se había hallado un yacimiento con evidencias de extracción del material. En "La Mina" y dos cuevas más se encontraron las fuentes de ocre y los restos de las herramientas improvisadas que los mineros paleolíticos emplearon para sacarlas, como las estalactitas o estalagmitas que se arrancaban para hacer de picos. Además hallaron restos de maderas resinosas que se pudieron utilizar como antorchas para trabajar en la oscuridad y mojones para indicar la dirección de los yacimientos de ocre.
Brandi MacDonald, investigadora de la Universidad de Misuri (EE UU) y coautora del estudio que fue publicado en la prestigiosa Science Advances, indicó: “La actividad minera en La Mina se mantuvo durante al menos 2.000 años y podemos asumir que se trataba de una actividad intergeneracional, con una transmisión de conocimiento entre los grupos que entraban y salían de la región durante todos esos años”. Y agregó: “Como hemos encontrado evidencias de prospección de ocre en al menos tres cuevas, podemos decir que no se trataba de una actividad aislada sino que tendría una escala regional”, continúa. “También podemos inferir que existía cierta cooperación para coordinar la extracción. Sería muy difícil para una persona sola realizar la actividad que hemos visto de forma efectiva y segura”, concluye.

El ocre rojo se utilizaba en funerales o en pinturas como las de la Cueva de Altamira. "Pero también pudo servir como protector solar o insecticida", aseguran los realizadores del estudio de Hoyo Negro. Su uso es transcultural; hay sociedades muy distintas en épocas muy distantes que lo utilizaban. Algunos estudios estiman que los neandertales ya lo empleaban hace 250.000 años, aunque sus usos fuesen más rudimentarios que los de los sapiens en épocas más recientes.
Samuel Meacham, fundador del Centro Investigador del Sistema Acuífero de Quintana Roo A.C. (CINDAQ), ha sido uno de los líderes del equipo de buceadores de este estudio. Y fue muy gráfico: “En cada buceo existe la posibilidad de encontrar algo nuevo. Jamás en mis sueños más locos pensé que íbamos a encontrar una mina prehistórica. Ni puedo imaginar lo que podremos ver en el próximo año”, plantea.
Los exploradores del CINDAQ calculan que aún quedan más de 2.000 kilómetros de cuevas por explorar minuciosamente. Meacham describe perfectamente lo que está por llegar: "No tenemos dudas de que hay mucho más esperando ser encontrado y entendido. Esperamos que estos asombrosos descubrimientos de antiguas actividades humanas preservadas en estas aguas desde hace tanto tiempo sirvan para llamar la atención sobre las amenazas que estos acuíferos enfrentan debido a la actividad humana en la actualidad. El verdadero tesoro de estas cuevas es lo que fluye a través de ellas y permite que las personas y la vida silvestre prosperen".

Fuente: Diario Panorama
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