
Suecia le oculta al mundo un oscuro secreto. Tradicional foco de paz social y estabilidad política y económica, el país está siendo atacado por un fenómeno creciente de violencia vinculada a la guerra de pandillas.
No es algo nuevo. Esta “guerra”, que desde el gobierno atribuyen a la inmigración y al fracaso de las políticas de “integración”, lleva más de una década. Sicariato, coches bomba y niños-soldado son el brutal combo sacado de cualquier manual de combate de las bandas más peligrosas de América Latina o de los suburbios de las grandes urbes estadounidenses.
Pero la escenografía es distinta. El escenario aquí son las periferias de las ciudades más ricas y estables de Europa. Son barrios “vulnerables” donde la migración echó sus raíces, pero que están muy lejos de las carencias estructurales que se viven, por ejemplo, en la Argentina.
Es Suecia, uno de los países de la idílica Escandinavia.
“La violencia pandillera se intensificó hace unos 10 años en nuestros suburbios pobres y vulnerables y ahora es un problema nacional, con pandillas que utilizan violencia brutal y mortal y niños soldado para matar a sus rivales”, afirmó a TN el periodista y escritor sueco Diamant Salihu, autor del libro “Cuando nadie escucha” sobre el fenómeno de las pandillas en Suecia.
“Suecia nunca vio algo así”
Se hace muy difícil sopesar el significado real del término “violencia” para una sociedad como la sueca, acostumbrada a una sólida estabilidad social y alejada de los barrios más postergados e inseguros del “mundo latinoamericano”.
La violencia se palpa más que nada en grandes ciudades, como Estocolmo, Gotemburgo, Malmö y Uppsala, aunque se ha extendido a localidades más chicas. En 2022, la tasa de homicidios con armas de fuego fue alrededor de 30 veces superior a la de Londres, según The Guardian. Suecia quedó entre los tres países europeos con mayor número de víctimas de este tipo.
Incluso, en septiembre de 2023, el primer ministro, Ulf Kristersson, llegó a convocar al jefe del Ejército para discutir cómo ayudar a la policía en el combate a las pandillas. “Suecia nunca vio algo así. Ningún otro país de Europa está viendo algo así”, dijo entonces el premier en un discurso televisado a la nación.
La policía sospecha que hay dos pandillas principales que se disputan el control del negocio del narcotráfico. Por un lado, una banda dirigida por un ciudadano sueco-turco que vive en Turquía, y otra liderada por su antiguo lugarteniente.
Las armas de esta mesa de guerra sueca asustan. Hay asesinatos selectivos, coches bomba, atentados a casas particulares con explosivos caseros y violencia extrema que golpea a civiles “inocentes” que tienen la mala suerte de caminar por el lado equivocado de la calle.
“La situación es grave, pero vemos menos asesinatos que en el año extremo de 2022, cuando tuvimos 62 homicidios relacionados con pandillas”, dijo Salihu.
Es un número bajo para los estándares argentinos. La tasa de asesinatos cada 100.000 habitantes fue de 1,5 en Suecia en 2023. La Argentina tuvo 3,8 el año pasado. Pero hay matices que hacen crecer la preocupación. Por ejemplo, en el mismo período aumentaron los atentados con explosivos. Hubo 149 ese año.
“Para Suecia, con 10 millones de habitantes, la situación es seria. Nuestros vecinos Noruega, Finlandia y Dinamarca sufrieron 10 asesinatos relacionados con pandillas ese mismo año”, añadió Salihu.
El gobierno sueco quiere bajar la edad de imputabilidad de 15 a 13 años
La diferencia -y por ende la preocupación- es cómo el fenómeno se ha enquistado en la sociedad.
“La tendencia que vemos aquí es cómo el crimen se ha normalizado: significa que los líderes de las pandillas, a menudo alojados en refugios seguros, coordinan asesinatos y explosiones a través de niños soldado que aceptan ´trabajos´ a cambio de dinero y estatus", señaló el experto.
Son niños menores de 15 años, la edad de responsabilidad penal en el país. Por eso, el gobierno sueco anunció su intención de reducirla a 13 para luchar contra el alza del reclutamiento de menores por el crimen organizado.
“El número de presuntos delitos en los que están implicados menores de 15 años se ha duplicado en 10 años. Y los sospechosos de tiroteos mortales son cada vez más jóvenes”, advirtieron en un artículo en el diario Expressen el Gobierno de coalición de derecha y su aliado de extrema derecha, los Demócratas de Suecia. Se trata de un ejecutivo que llegó al poder en 2022 con la promesa de campaña de combatir el crimen organizado que azota el país.
“Hay que poner fin a esta evolución”, alertaron.
Pero organizaciones de defensa de los derechos del niño dudan del éxito de esta medida.
“La policía ha indicado que ve un gran riesgo de que las bandas criminales recluten a niños aún más jóvenes”, dijo la especialista Maria Frisk, secretaria general de BRIS, una entidad local dedicada a impulsar políticas para el desarrollo de la infancia.
Pero el gobierno no solo está decidido a bajar la edad de imputabilidad. También impulsa la creación de centros penitenciarios especiales para menores, endurecer las penas contra adolescentes y hasta utilizar medidas “coercitivas” contra niños (no precisadas) para llegar a los autores intelectuales de crímenes.
Los inmigrantes están en la mira
Cómo siempre sucede en estos casos, los inmigrantes son los primeros en ser señalados como responsables del aumento de la violencia, en especial por la derecha radical personificada por los Demócratas de Suecia
Los mayores focos de violencia, según la policía local, se observan en las zonas vulnerables, o “utsatta”, a lo largo de todo el país. Allí vive apenas el 5% de la población con gran proporción de personas nacidas fuera de Europa o inmigrantes de segunda o tercera generación.
En estas zonas las tasas de desempleo de larga duración son superiores al promedio nacional y están aumentando, según un informe de The Guardian. Además, el 60% de la población de estas áreas está catalogada como en riesgo de pobreza, más del doble de la cifra nacional.
Expertos señalan que el gran problema es que el país fracasó en sus políticas de integración. Suecia ha sido uno de los países que más ha recibido inmigrantes en relación con su población en todo Europa. Así, la mayoría quedó relegada a barrios marginales con una gran desigualdad social, el caldo de cultivo ideal para el reclutamiento de las bandas de narcotraficantes.